El incierto futuro egipcio

14/Feb/2011

El Observador, Editorial

El incierto futuro egipcio

EDITORIAL 13-2-2011
EL júbilo mundial por la caída de Hosni Mubarak es atemperado por la incertidumbre sobre el rumbo que tomará su reemplazo en el gobierno de Egipto. Las masivas protestas populares, con participación mayoritaria de jóvenes, lograron su objetivo de terminar con 30 años de un régimen represivo y retrógrado. Pero sus reclamos de democracia, respeto a las libertades básicas y oportunidades de desarrollo individual dependen de lo que ocurra en los próximos meses en un país cuyo pueblo jamás conoció el estado de derecho. Y de la sucesión a Mubarak depende también que el perdurable incendio latente en Medio Oriente se mantenga bajo cierto control o vuelva a estallar en llamaradas incontenibles.
La incógnita se develará a partir de ahora, primero bajo la junta militar que asumió temporariamente el poder y luego bajo el gobierno que surja de la elección presidencial de setiembre. Si esta elección se realiza con la libertad y transparencia que han prometido las Fuerzas Armadas, será el fin de seis décadas de regímenes castrenses bajo tres presidentes militares -Gamal Abdel Naaser, Anwar Sadat y Mubarak- desde el derrocamiento del rey Farouk. La opción deseable es el surgimiento de un gobierno que encauce a Egipto hacia un sistema democrático real. Pero existe la alternativa ominosa de un régimen inclinado hacia el fundamentalismo islámico que alimenta el conflicto interminable entre Israel y los estados musulmanes que le siguen siendo hostiles. Y nadie sabe aún el papel que, ahora y más adelante, desempeñarán los militares, árbitros permanentes de la vida política egipcia.
Al celebrar la caída de Mubarak, los jefes de gobierno del mundo occidental han reclamado democracia y libertades civiles. Extremistas islámicos como el presidente iraní Mahmoud Ahmadinejad y el vocero de Hamas, Sami Abu Zouhri, en cambio, han declarado confiar en una revolución que exacerbe el enfrentamiento con Israel. La respuesta solo se tendrá con el gobierno que surja en setiembre, si las elecciones se realizan como está previsto. Entretanto, los militares que tomaron las riendas en El Cairo son los mismos que han apoyado durante décadas el tratado de paz con Israel y la función moderadora que cumplió Mubarak para atenuar las latentes erupciones levantinas.
Esta tarea fue el aporte más valioso de la era Mubarak, reconocido por Israel y por las potencias occidentales, que prefirieron cerrar los ojos a sus excesos internos en aras de apuntalar un poco la siempre tambaleante estabilidad de la región. Pero la represión de las libertades civiles y de los opositores políticos, las elecciones apañadas, la corrupción y el nepotismo desembozado y el descuido de abrir oportunidades de desarrollo en un país con 60% de población juvenil generaron la explosión popular culminada con la renuncia de su autocrático presidente. Es, sin embargo, solo un primer paso hacia un futuro aún indefinido, dependiente de cómo se encarrile la opinión pública y la actitud que asuma la omnipresente estructura militar.